miércoles, 18 de noviembre de 2015

LA BEHOBIA , UN BALANCE INASUMIBLE



Hay carreras mucho más duras y que se corren en peores condiciones meteorológicas, y no pasa nada. Y sin embargo en la Behobia todos los años hay desgracias.

Aparte del fallecido, este año hubo 21 atletas ingresados (5 en la U.V.I., y se habló de un sexto que no sé si llegó a ingresar en este servicio). Los traslados a urgencias fueron numerosísimos, así como las atenciones que se realizaron in situ durante la prueba sin requerir traslado. Según la organización, en total fueron 446 atenciones sanitarias. Teniendo en cuenta que tomaron parte 28.262 atletas, esto supone que requirió atención sanitaria aproximadamente uno de cada 60 participantes. ¡Un auténtico disparate!

Considero muy pobre la valoración que la organización hace del tema. No puedo callar (aunque no es el objeto de este escrito entrar en este tipo de polémicas) que la rueda de prensa fue, en general, lamentabilísima, limitándose a señalar al calor como culpable de lo acaecido, al tiempo que recordaban que las cifras de asistencias sanitarias son similares a las de otras carreras. Suponiendo que esto fuera cierto (cosa que cuesta creer), lo grave, en cualquier caso, es que lo asumen como algo inevitable que forma parte del juego. Pues no señores, ¡esto es inasumible!

La realidad revela que los últimos fallecidos fueron atletas experimentados y de edad en torno a la treintena. Este dato llama poderosamente la atención: la media de edad de los atendidos este domingo es de 31 años. O sea, que los maduritos sin preparación en los que pensamos siempre cuando hablamos de estos temas, las pasarán canutas; pero llegan a meta o se retiran sin incidencias. Son los jóvenes ya experimentados (tampoco los novatillos de 20 años) los que se llevan la peor parte.

La pregunta que nos hacemos todos es la misma: “pero, ¿a esta gente su cuerpo no les manda señales de que están en el límite?” Seguro que sí; pero debe de haber algo más fuerte que la cabeza.

 

En mi opinión, el problema está en la repercusión que tiene la prueba. Nuestra actitud no es la misma cuando nos sentimos observados que cuando no. La Behobia es un fenómeno social y la gente está pendiente de ella.  

El tema creo que va por ahí. Cuando corres la Behobia, en cierto modo, te estás jugando tu “prestigio” como atleta frente a miles de observadores. Las nuevas tecnologías hacen facilísimo este seguimiento. Incluso hay una diabólica aplicación por medio de la cual te pueden seguir en tiempo real desde cualquier lugar del mundo.

Todos corremos muchas carreras, pero nadie se entera de lo que hacemos en ellas: si no vas bien, aflojas; si no vas, te retiras. Y no se entera ni Dios. En cambio en la Behobia todo el mundo te “controla”: te preguntan por la calle, le preguntan a tu mujer en el trabajo, al hijo en la ikastola... Y esto supone una gran presión, porque todos queremos quedar bien, queremos que la mujer pueda presumir de marido, que el hijo saque pecho hablando de su padre, etc. La cosa es tan así, que cuando tu carrera no es la que la gente esperaba de ti, te ves obligado a justificar tu bajo rendimiento (“¿qué ha pasado este año que has hecho 3 minutos más, o que te ha ganado Fulanito?”). Por poner un ejemplo gráfico, en el Aiurri (revista local de Andoain) publican un listado con la clasificación (ordenada por tiempos) de todos los andoaindarras. ¿Quién se resiste a forzar un poco la máquina para “lucir” digno en ese listado?

Esto, que solo pasa en la Behobia, te lleva a exprimirte hasta límites irracionales: entrenas como un jabato, te cuidas como un profesional... Y el día de la carrera tienes el estómago como si te examinaras para notario.

Pienso que esta presión del entorno es la que hace que en carrera lo des todo. En otras pruebas los que vamos en mitad del grupo nos dejamos ir sin más; pero en la Behobia la gente pelea cada segundo como si no hubiera un mañana.

Luego está el tema de los dorsales que, si bien tiene su sentido desde el punto de vista organizativo para que salgan antes los más rápidos, en la práctica puede convertirse en un arma de doble filo. Quiero decir que el hacer distinciones de colores de dorsal según las marcas acreditadas, los dota de un cierto halo de prestigio. Esto los convierte en un objetivo para los participantes. Al final, acceder a un dorsal “superior” te pone un peldaño por encima de los que llevan el dorsal del siguiente color. Los rojos miran a los verdes con admiración, los verdes a los morados y los morados a los amarillos, que son ya la puta élite. Todos hemos peleado por acceder a un dorsal determinado y ahora que yo lo voy a perder porque ya no consigo mantener esas marcas, estoy pasando mi particular crisis existencial. Lo escribo y a mí mismo me suena ridículo; pero es así: me jode infinito pasar a correr en otro grupo al que antes miraba por encima del hombro. Es como cuando la Real bajó a segunda.

Otra realidad es la de esa gente que comienza a hacer deporte a los 40 años como queriendo alargar la juventud que se les escapa. O que lo retoma después de muchos años de vida sedentaria. Para este colectivo el correr una Behobia se convierte también en un objetivo muy poderoso. Es gente que se presenta en la salida con una preparación muchas veces muy justita. No tienen experiencia, no saben controlar su esfuerzo ni leer su cuerpo. Únicamente quieren terminar y suelen estar dispuestos a “pagar” el precio que sea necesario en carrera para conseguirlo. Esto les lleva, en ocasiones, a protagonizar escenas totalmente irracionales. Hay muchísima gente incapaz de subir corriendo Gaintxurizketa. ¿Pa qué coño te metes en este fregao?, ¿no ves que te queda grande? Por supuesto que tienen todo el derecho a participar; pero, ¿cómo decirlo? ...es como esos señores mayores que vemos en la carretera y pensamos “este señor no debería conducir”. Pero, ¿y quién se lo dice?

El lunes posterior a la carrera me llamaron la atención dos tipos que iban por la Parte Vieja poteando con la medalla de la Behobia al cuello. La lucían con el orgullo con que otros muestran la camiseta de finisher en la ironman de Hawai. Son un ejemplo de lo que quiero decir: para ellos terminar la Behobia es como hacer una ironman.

En cualquier caso, como ya he dicho antes, los atletas cuarentones o de más edad que pasan por urgencias, al parecer, son menos de lo que cabría imaginar.

La situación es preocupante. Es cierto que esto se parece cada vez más a un encierro de San Fermín: estamos esperando el parte de bajas después de la carrera.

Mi hijo me dijo el otro día que quería correr una vez la Behobia... y me ha dado miedo.

 

Javier Soto Loma   17/XI/15

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