Yo seré uno de los pocos flipados que ha corrido una carrera solamente para homenajear al patrocinador. Ahí lo tenéis, para empezar rompiendo moldes. No es éste lugar para recoger las múltiples iniciativas que la empresa Cárnicas Serrano apoya; pero, por poner un ejemplo, además de mantener un potentísimo club desde 1988, da la casualidad de que en 2013 Cárnicas Serrano puso la pasta para que se pudiera ver por Teledeporte (gratis) el Mundial de Atletismo que nadie quería patrocinar. Pues bien, por aquellas fechas yo estaba invitado a una boda en Valencia, invitación que pensaba declinar hasta que me di cuenta de que ese mismo fin de semana Cárnicas Serrano celebraba su carrera popular en Paterna (la empresa tiene su sede allí). La boda fue de esas que son por la tarde, por lo que me dieron las 4 de la mañana en el restaurante. No fue, obviamente, la mejor cena para una víspera de carrera; pero a las 9:00 estaba como un clavo en la salida del “Gran Fonds Vila de Paterna”. Después de la carrera, ducha, comida y para casa, que al día siguiente había que currar. Más de 1.000 kms de coche en dos días, 3 horas de sueño… y 15 kms en 1:02:23 (puesto 167 de 1.528 participantes). ¡Ese fue mi homenaje, señor Serrano!
Por aquel entonces, yo aún era yo. Y lo era, no por las marcas que hacía; sino porque las peleaba. Ahora sigo siendo yo, es cierto, pero soy yo más el IPC (Índice de Peso en Canal), y además hay que gravarme con el IAE (Impuesto de los Años en el Esqueleto).
Hace 32 años que corro y calculo que llevaré unos 75.000 kilómetros en mis piernas, por lo que estoy a punto de completar mi segunda vuelta al mundo corriendo. En estos últimos años me venía jubilando. Corría para disfrutar. Me decía que los lentos, en las carreras, disfrutamos más tiempo por el mismo precio. Pero no sé qué me pasa que, dejándome ir, me siento como si estuviera traicionando al atletismo, como si no estuviera siendo honesto. En fin, que no disfruto disfrutando.
Y entonces viene Kilian Jornet y termina de hacerme el lío. Kilian es un campeonísimocon una filosofía del deporte que merece la pena conocer. Quien se asome a sus libros, leerá frases geniales como: “se gana contra uno mismo”, o “uno no puede morirse sin haberlo dado todo”. Esta es la frase que me martillea el cerebro últimamente: ¿lo he dado todo ya realmente? Jodido Kilian, no podías haberte estado calladito, no.
Así que, para no caer en la tristura, he decidido escribir sobre la automotivación. Pero entendida no como la forma de animarnos para salir a correr (ese ánimo se nos supone), sino sobre las estrategias psicológicas que nos ayudarán a dar el 100% en las pruebas más duras. Quiero hablaros de cómo manejar nuestra cabeza en los momentos de crisis. O, al menos, os contaré cómo lo hago yo. Y, siguiendo la costumbre de los antiguos charlatanes de feria, para demostrar que mi medicina funciona, seré yo mismo el primero en echar un buen trago del frasco.
El primer paso es elegir la carrera. Optar por una carrera que nos haga ilusión correr puede incidir en nuestro ánimo a la hora de afrontarla. La incidencia será mayor si esa carrera es ante nuestra gente. Obviamente, para hacer marca hay que ir a por una carrera de las consideradas “rápidas”, donde todo el mundo irá a lo mismo: la euforia es contagiosa, como lo es el derrotismo si nos metemos en un grupo que va a menos. Por otro lado, conocer el recorrido nos permitirá dosificarnos y rendir al máximo de nuestras posibilidades. El no saber lo que tienes por delante hace que vayas un poco con el freno de mano echado, por lo que pueda venir. Lo conocido se afronta con otra seguridad. Y esto que es válido para cuando vas bien, curiosamente, se vuelve en tu contra si vas jodido: saber lo que te falta hasta meta puede ser una losa en ese caso. Quiero incidir en esto: mentalmente hay que llevar la carrera a terrenos conocidos y que controlamos por tenerlos entrenados. En resumen, aconsejaría elegir una carrera que nos haga ilusión, que sea rápida y con un recorrido que conozcamos bien.
Una vez elegida la carrera, lo siguiente es plantearnos un objetivo. Éste tiene que ser ambicioso pero realista: ambicioso, porque ya que nos vamos a matar, que sea para conseguir algo; y realista, por lo mismo. Y en cuanto lo tengamos claro, hay que verbalizar el objetivo que nos marcamos, esto es, adquirir un compromiso. Por eso, cuando nos preguntan qué tiempo queremos hacer en determinada carrera y nos cubrimos las espaldas diciendo un tiempo peor del que realmente esperamos, nos estamos haciendo trampas en el solitario: hay que ser valiente y decir a lo que se va. Ese compromiso nos obligará en los momentos difíciles.
Mi compromiso es volver a disputar una última maratón a cierto nivel, dar lo poco que me quede por dar, y poder entonar tranquilo el “hasta aquí hemos llegado”. Me queda pólvora para una única intentona de calidad (quizá, ni eso), por lo que debo jugármelo todo a una carta, obviamente, en la Maratón Donostia 2017. Mentalmente sé que daré la talla; pero el físico ya lo voy teniendo muy justito y no estoy tan seguro de poder con ello. En cualquier caso, las dudas se resuelven intentándolo: no pido, por tanto, lograr la marca, sólo volver a verme ahí, peleándolo. Y como no vale hacer trampas, diré cuál es mi objetivo: trataré de volver a estar, con 50 años cumplidos, cerca de la liebre de las 3 horas (por detrás, me temo, pero cerca).
Siguiente paso, entrenar. Me lo planteo a un año vista y entrenaré aplicándome aquello que decía Sebastian Coe de que ”hay que sufrir en los entrenamientos para después disfrutar en la competición”. Pues sufriremos, que eso no nos pilla de nuevas.
Pero con entrenar no basta, hay que saber, además, gestionar en carrera los momentos difíciles. Esto no se entrena, pero, como vemos, se puede trabajar.
Kilian Jornet, el pollo que me ha metido en este jardín, comenta que en los momentos críticos de la carrera, él se visualiza a sí mismo llegando a la meta, y eso le ayuda a superarlos. Si él lo dice, habrá que probarlo.
Paula Radcliffe es una mujer con un récord propio de hombres. Ella practicaba lo que llamaba “mind games”, es decir, juegos mentales que utilizaba para distraer su mente en los momentos más duros. Se autoimponía tareas mentales para no pensar en el sufrimiento. Tras batir su récord de maratón, confesó que hacia el km 30 empezó a sentirse mal y decidió contar hasta 100 lentamente tres veces seguidas, cuando terminó, ya había cubierto una milla más y las molestias iban remitiendo. Y así, contando, contandito… ¡2:15:25! Posteriormente, cuando ya era madre, dice que en sus últimas carreras repetía como un mantra una y otra vez el nombre de su hija Isla para conseguir pasar el muro: Isla, Isla, Isla… Oye, con la tontería volvió a ganar la maratón de Nueva York a los 10 meses de dar a luz. Y espérate tú a que la niña crezca y se dé cuenta del nombrecito que le has puesto, entonces sí que vas a tener que correr.
Esto me recuerda que correr para uno mismo puede no ser suficiente motivación; pero si corres para otro, ahí no puedes fallar. Por eso me gusta dedicar las carreras, como hice con el señor Serrano. O como hace mi amigo Vicente, que corre con la camiseta de homenaje que le hicieron sus amigos a su hermano triatleta, atropellado mientras entrenaba. O mi amigo Paco, que lleva el nombre de sus hijos en la camiseta con la que corre (y no la lava nunca para que no se borren las firmas). Me motiva infinito correr por los que no pueden hacerlo, bien porque no están como para correr, bien porque, simplemente, -¡os quiero!- ya no están.
Mi amigo Abdelali Ben Henia, me decía que hay que acordarse de respirar. ¡Menuda gilip…! Pues no, la respiración, aunque es un acto reflejo, requiere de un trabajo activo de los músculos, y si lo hacemos de forma voluntaria, además de mantenernos concentrados en la carrera, lograremos una respiración más eficaz que se traducirá en un mejor rendimiento muscular. ¡Ala, todo dios a contar respiraciones!
La música, como todos sabemos, es muy motivadora. A mí no me gusta llevar cascos mientras corro, pero durante muchos años me ponía el “De vez en cuando la vida” de Serrat mientras me vestía la ropa de correr y hacía mi sesión de estiramientos, especialmente esos días de lluvia que da un poco de pereza salir a correr. Aunque era un rollo, porque lo tenía en versión cassette y había que andar rebobinando.
Otra cosa muy importante: las carreras hay que perderlas al final, no al principio. O sea, que hay que salir a por ellas. Si consigues ir marcando los tiempos que tenías previstos, mantendrás intacta la motivación para seguir peleando. Es lo que llamamos “estar en carrera”. Encontrar una buena liebre es crucial: el esfuerzo psicológico de tratar de mantener lo que ya se tiene (mantenernos a rueda) no se puede comparar con el desgaste que supone ir luchando por tratar de conquistarlo metro a metro. Si se te escapa la liebre… entonces, lo siento, pero empiezas a tenerlo en chino.
El hablar con uno mismo al estilo del “¡vamos, vamos!” de Rafa Nadal, dando ánimos a tu propia cabeza, también funciona. O el famoso “el dolor no existe” que tanto repiten los entrenadores. No os avergüence animaros a vosotros mismos: ¡vamos, equipooo!
Es importante fraccionar los esfuerzos y, como decíamos, llevar la carrera a distancias conocidas y entrenadas. Si cuando estás en la línea de salida piensas en lo que tienes por delante, te hundes. Hay que reducir la carrera a distancias más asequibles. Los cracksafricanos dividen la maratón en cuatro diezmiles: hacen los dos primeros a tope (para estar en tiempos); y después aflojan un poquito como queriendo guardar fuerzas para hacer un último diez mil aún más rápido que los anteriores. Ni muro ni hostias. Yo hago algo parecido y cuando estoy en la salida, me digo: “venga, vamos a ver cómo llegamos hasta la media maratón, y allí tomaremos decisiones”. Llegados a la media, me digo: “venga, hasta el 30, que esto lo tenemos entrenado”. Y del 30 para adelante… ¡uf!, ahí es ya cuando hay que empezar a utilizar todos estos trucos de los que estamos hablando. Ah, y rezar.
En una entrevista a Pedro Nimo (¿entrevista a un atleta? Aquel finde no debía de haber fútbol) le oí definir la maratón como “un calentamiento de 30 kilómetros y una carrera de 12”. Tal cual, no le quito una coma.
Puestos a fraccionar, a mí me gusta mirar hacia la siguiente curva (psicológicamente, ya te estás viendo allí) y elegir la trazada más corta hasta ella. Lo de acortar las trazadas no es tontería. En una pista de atletismo, correr por la calle 2 supone hacer 7,66 metros más por vuelta. Si una maratón son 105 vueltas y media a esa pista, estarías haciendo 808 metros de más. Salvo que seas de Bilbau y vayas sobrau, acorta.
Otra cosa, si tenéis a alguien que vaya a ir a veros, pedidle que esté donde más le vais a necesitar. A él le dará lo mismo dónde ponerse, pero a nosotros no. Cuando corrí la Maratón de Barcelona (allí le dicen la Marató, estos catalanes, cualquier cosa por ahorrar) pedí a mi familia que me esperasen en el km 38, justo al final del muro. Sólo pensaba en llegar allí en el horario que les había dicho que tenía previsto (recordad que hay que verbalizarlo), pues si no lo hacía, se iban a preocupar. Yo sabía que pasando aquello, la meta ya la vería. A lo tonto, le estaba quitando 4 kms a la prueba. Al pasar, me hizo tanta ilusión, que les grité: ”¡un Lamata no se rinde nunca!”. Ese no es miapellido, es el de mi familia política, pero acabábamos de perder a mi suegro, y aquel día yo corría por los Lamata.
La motivación es como la fe, se puede manifestar de las maneras más insospechadas. Un día me pasé media carrera dejándome el alma por seguir a un tío sólo porque no me gustaba la camiseta que llevaba. Porque el notas tendría mal gusto; pero correr, corría. Y le esprinté como si nos estuviéramos jugando el pódium. A mí un tío con esa camiseta no me gana. Este recurso al orgullo suele funcionar si acertamos con la tecla, pero depende mucho de la personalidad de cada uno, del estado de ánimo, del momento…En una ocasión le dije a mi amigo Juanfran que si no espabilábamos, nos iba a coger hasta el abuelo al que le hacían el homenaje. ¿Quién no se pone las pilas al oír algo así?
Como dijimos, hay que tener ilusión por lo que se hace. Yo me compré unas zapatillas únicamente para las grandes ocasiones. Las llamo las zapatillas voladoras, y el día que me las pongo no es para salir a trotar precisamente: cuando me las pongo, es para ir a la guerra. Las tengo nuevecitas. Que no, que este año las fundo.
Finalmente, me motiva la camiseta de mi club. No soy capaz de explicar lo agradecido que me siento porque me invitaran a formar parte de él. Cuando la visto, me siento representante de una historia, de una gloria, escrita con el esfuerzo de mucha gente.Hasta hoy he tratado de honrarla luchando por clasificarme en las carreras “de la mitad palante”, era mi forma de entender que así, al menos, no lastraba la media.
Y con esto, ya tendríamos el trabajo encarrilado. Ahora sólo falta, el día de la carrera,no piciarla. Estar concentrados, esto es, pendientes de lo que tenemos que hacer en cadamomento, antes y durante la carrera, es muy importante: hidratarnos, tomar el gel cuando toca… En una maratón pasan muchas cosas, pero lo que depende de nosotros, no puede fallar. Porque que se te suelte una zapatilla es de novatos, no fastidies.
Estos son los consejos que voy a seguir para intentar una última carrera: calentaré con Serrat y entrenaré con Sebastian Coe, y después, cuando llegue el día, no olvidaré ningún detalle, los geles, el agua, llevaré bien atadas las zapatillas voladoras (esas que Abebe Bikila nunca necesitó), luciré la publicidad de Cárnicas Serrano, fraccionaré la carrera, buscaré mi liebre, pasaré el muro con la hija de la Radcliffe, con el hermano de Vicente, con los niños de Paco, recordaré a Abdelali y no me olvidaré de respirar, hablaré conmigo mismo, ¡vamos, equipooo!, contaré hasta 100 las veces que haga falta, defenderé el honor de la camiseta de mi club y, cuando me fallen las fuerzas, rezaré… va por el atletismo, va por vosotros, por mí… Y así llegaré hasta el km 38, donde habrá alguien esperándome, y les gritaré que un Lamata no se rinde nunca, y desde allí estaré ya viendo la meta…
Pero antes de todo eso, desde hoy mismo, me visualizo ya a mí mismo llegando a esa meta y lanzando un beso a los que me empujan desde el cielo, gritándoles que ahora ya sí que sí, amigo Kilian, me puedo ir para allá tranquilo.
26/XII/2016
Javier Soto Loma